Y allá arriba en aquel alto una viuda habitaba,
ella tenía una hija, Teresina se llamaba,
y el que la pretendía yera príncipe de España.
Pasan tiempos, vienen tiempos, Teresina embarazada,
su madre desque lo supio empezaba a encomendarla,
en fuego te quemes niña, en fuego seas quemada.
El príncipe que lo supio, cayó muy malín en cama,
llamaron siete doctores de los mejores de España.
Unos dicen que se muere, otros dicen que no es nada,
no siendo el doctor más viejo que le miraba y callaba,
¿qué me mira buen doctor que tanto me mira y calla?
Lo que le digo don Diego que disponga de su alma,
tres horas tiene de vida y hora y media ya va andada
y hora y media que le queda pa disponer de su alma.
Bien lo oyera el rey, su padre, que en altas torres estaba,
que poco dura mi hijo, que poco duras mi alma.
Bastante dure mi padre, hasta que Dios lo mandara.
Ahí te queda Teresa, Teresina embarazada,
padre, de lo que le di, padre no le quite nada,
no siendo un anillo de oro que le di de enamorada.
Si tu le diste un de oro, yo le daré un de plata,
ella si trae una hija será monja en Santa Clara,
ella si trae un varón será príncipe de España.
Y estando en estas palabras Teresina allí llegara.
¿De dónde vienes Teresa tan cansada y fatigada?
Vengo de Santo Domingo de oír misa en Santa Clara,
de rezar al dios del cielo que le saque de esta cama.
De esta cama, si por cierto, no será mucha tardanza,
esta cama, si por cierto, mañana por la mañana,
tres horas tengo de vida y hora y media ya va andada
y hora y media que me queda pa disponer de mi alma.
Teresina oyendo esto siente la pena en su alma,
siente la pena en su vientre y cae enferma en la cama.
En fuego te quemes niña, en fuego seas quemada.
Él muere a la media noche, Teresina a la mañana,
le abrieron el vientre y un niño lindo le sacan.
Los echaron los tres juntos en un ataúd de plata
y aquí se acaba la historia de los príncipes de España.